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DF Conexión a China | China enfrenta el obstáculo demográfico de Asia Oriental

Gideon Rachman© 2023 The Financial Times Ltd.

Por: Gideon Rachman | Publicado: Martes 29 de agosto de 2023 a las 04:00 hrs.
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Gideon Rachman

Cuando publiqué un libro sobre Asia en 2016, sentí que tenía buenas respuestas a todas las preguntas escépticas excepto una. ¿Y la demografía de China? El cliché era que China “envejecerá antes de enriquecerse”. Como muchos clichés, resulta que tiene algo de verdad.

A pesar de que en Beijing se habla de un “modelo chino” único, la historia económica del país tiene un parecido asombroso con las trayectorias de Japón y Corea del Sur. La fase de despegue está impulsada por una rápida industrialización impulsada por las exportaciones y una fuerza laboral barata. La desaceleración está estrechamente relacionada con el envejecimiento y la disminución de la población.

“Al igual que Japón y Corea del Sur, China tiene una población cada vez menor, pero dispone de menos recursos para manejar el cambio”.

Se comenta mucho en el mundo occidental sobre los riesgos de la “japonización” de la economía china, en particular, la deflación, las burbujas del mercado inmobiliario y una crisis de deuda. Pero los paralelismos sociales con Japón y Corea del Sur también deberían preocupar a China. Los tres países sufren de tasas de fertilidad muy bajas, lo que se traduce en una población cada vez más reducida y envejecida que aumenta las tensiones sobre la economía.

La “política del hijo único” de China —adoptada en 1980 y abandonada en 2016— aceleró la aparición de una sociedad envejecida. Pero Japón y Corea del Sur también enfrentaron el obstáculo demográfico sin intervención oficial. Corea del Sur tiene ahora la tasa de fertilidad más baja del mundo: la mujer promedio sólo tiene 0.78 hijos. La crisis financiera asiática de 1997-1998, que ensombreció las perspectivas de muchos jóvenes, parece haber sido un punto de inflexión, volviéndolos aun más reacios a tener hijos.

Japón, Corea del Sur y China tienen sistemas educativos hipercompetitivos basados en los exámenes. Conforme se reducen las oportunidades, cada vez más jóvenes se ven tentados a abandonar la feroz competencia. En Japón, un reciente estudio gubernamental reveló que 1.5 millones de personas, es decir, más del 1% de la población adulta, se han retirado por completo de la sociedad y casi nunca salen de casa. Los problemas de estos “hikikomori” solían comenzar con sentimientos de fracaso y una presión social insoportable en la edad adulta temprana.

Algo de esto les sonará inquietantemente familiar a las autoridades de Beijing. Mientras China lucha contra una economía en desaceleración y un desempleo juvenil superior al 20%, un número creciente de jóvenes han abandonado la competencia por una cantidad cada vez menor de empleos gratificantes, optando en vez por “quedarse quietos”.

La población de Japón empezó a disminuir en 2011 y la de Corea del Sur en 2020. El año pasado le tocó a China registrar su primer descenso de población en 60 años. La caída de su población, algo preocupante para las autoridades chinas, ha comenzado en un nivel de riqueza promedio inferior al de sus vecinos del Asia Oriental.

El gobierno chino está intentando ahora desesperadamente aumentar la tasa de natalidad. Pero las experiencias de Japón y Corea del Sur demuestran cuán difícil será. De hecho, la situación demográfica de China podría empeorar, ya que los jóvenes que no encuentran trabajo ni pueden permitirse un apartamento tienen aun menos probabilidades de formar una familia.

Con la intención de aliviar la presión sobre los jóvenes chinos y reducir el costo de criar a los hijos, el presidente Xi Jinping restringió severamente el sector de las clases particulares en 2021. Pero esto tuvo el efecto perverso de perjudicar a una de las mayores fuentes de empleo para los jóvenes licenciados.

La semana pasada, el gobierno chino ideó una nueva respuesta al problema del creciente desempleo juvenil. Decidió dejar de publicar las cifras. Este paso subraya una diferencia crucial entre China y sus principales vecinos de Asia Oriental. Japón y Corea del Sur son democracias consolidadas. Pero la desaceleración de China tendrá lugar en un gigantesco Estado unipartidista con sólidas razones históricas para preocuparse por el descontento entre los jóvenes.

Las manifestaciones estudiantiles que sacudieron China en 1919 y 1989 fueron brutalmente reprimidas. Los estudiantes estuvieron en el centro de las protestas de Hong Kong de 2019-2020, que también fueron aplastadas. Sin embargo, las manifestaciones callejeras de los jóvenes convencieron a Beijing a abandonar su política de “cero Covid” el año pasado.

Es casi seguro que el Estado de vigilancia chino dispone de medios para contener la agitación estudiantil y los movimientos de protesta. Pero las democracias, como Corea del Sur y Japón, tienen más válvulas de escape para lidiar con el descontento social y más margen para la experimentación política.

En 2017, la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, fue sometida a juicio político y destituida. Posteriormente fue condenada a una larga pena de prisión por corrupción. En los 20 años posteriores al estallido de su burbuja financiera en 1989, Japón pasó por 14 primeros ministros.

El paranoico sistema unipartidista chino no posee esa flexibilidad. El fomento por parte de Xi del culto a la personalidad —y su retórica triunfalista sobre el “gran rejuvenecimiento del pueblo chino”— harán casi imposible un debate público abierto sobre los complejos retos sociales y económicos del país.

El propio instinto de Xi es anteponer la seguridad nacional y el control político al crecimiento económico. Sus esfuerzos por conectarse con la nueva generación también suenan cada vez más desfasados. La sugerencia de Xi de que los jóvenes desanimados deberían “comer amargura” —es decir, soportar sus penas— no es útil. Es probable que su nostalgia por las glorias de la Revolución Cultural, que fortalecieron el carácter, resulte irrelevante para quienes nacieron en una China totalmente distinta.

A pesar de sus problemas, Japón y Corea del Sur han seguido siendo países estables y prósperos. China podría darse cuenta de que su propia transición hacia una sociedad envejecida y de crecimiento más lento es considerablemente más difícil y turbulenta.

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